domingo, 27 de octubre de 2013

Sáhara Occidental

El Sáhara Occidental

El Sáhara Occidental es uno de los dieciséis territorios no autónomos bajo supervisión del Comité de descolonización de las Naciones Unidas con el fin de eliminar el colonialismo. Fue introducido en la lista de los territorios no autónomos en 1960 en la Resolución 1542 (XV) de la Asamblea General de la ONU, de 15 de diciembre de dicho año, cuando era una colonia Española. Su proceso de descolonización fue interrumpido en 1976, cuando su antigua potencia colonial, España abandonó el Sáhara Occidental en manos de Marruecos y Mauritania (conforme a lo dispuesto en los Acuerdos de Madrid, ilegales según el derecho internacional). Actualmente, el territorio del Sáhara Occidental se halla dividido por un muro de más de 2.000 km de largo que divide de norte a sur el Sáhara Occidental. La zona al oeste del muro, de protección marroquí, es el territorio ocupado por Marruecos, llamado "Sahara Marroquí", mientras que la zona al este del muro constituyen los denominados por el Polisario "territorios liberados" o "zona defensiva" para Marruecos.
La situación en la que se encuentra el pueblo saharaui y la ocupación a que le somete el régimen dictatorial de Marruecos, con la impunidad que la comunidad internacional le concede, y teniendo en cuenta que está situación se mantiene desde hace casi 35 años, creo que es importante revisar los hechos que han llevado a  España a mirar hacia otro lado a los que antes eran sus propios ciudadanos. España tiene una responsabilidad especial, al haber sido quien abandonó el Sáhara Occidental y a sus habitantes, ciudadanos legalmente españoles en su mayoría, y además no denunciando ni protestando de manera oficial por los constantes desmanes cometidos por Marruecos.

En primer lugar España tiene que desarrollar un nuevo papel en el conflicto. Es cierto que existe una deuda que tuvimos que pagar hace 35 años, pero las soluciones que entonces se deberían haber tomado no son ahora viables debido a que los saharauis no tienen actualmente capacidad para formar un país. Y porque Marruecos (no solo el gobierno, también la población) reconoce que ese territorio es suyo, de pleno derecho y al igual que otros conflictos autodeterminación que ocurren en nuestro país no se pueden tomar decisiones obviando a la población (inclusive la marroquí). Esto no significa que los saharauis no tengan derecho a su reclamación de soberanía, pero debemos entender las motivaciones, no solo históricas sino actuales, de ambas partes.
España (como la UE y la ONU) son culpables históricos y no podemos olvidarlo. Pero para poder ser útiles en el conflicto no basta con desacreditar a Marruecos por sus genocidios, más que nada porque si somos duros en las críticas, no seremos respetados como intermediarios. Y, aunque no lo hemos sido (ni querido ser, en realidad) en estas 3 décadas, el Frente Polisario tiene, claramente, una posición indefensa frente al gobierno marroquí. Y, lo quiera o no, necesitará ayuda.

En última instancia, el papel de Marruecos. ¿Por qué pareciera tener Marruecos una posición de fuerza con España (y la Unión Europea)? Por un lado es por todos esos puestos de trabajo que los medios de comunicación no paran de repetir que desaparecerían al perder los acuerdos de pesca. Pero eso no es todo. Marruecos ejerce la función geoestratégica de “muro de contención” del terrorismo y narcotráfico para España y Europa. Son esos los verdaderos motivos por los que la diplomacia debe abordar la disyuntiva con especial tacto. Diplomacia que, por cierto, no consiste en dar ruedas de prensa, sino en llamadas, reuniones, y acercamientos de la forma más  prudente posible, para encontrar un punto de inflexión entre los intereses imperialistas marroquíes y los antiguos ciudadanos españoles.

miércoles, 16 de octubre de 2013

La prosperidad de las Naciones

La prosperidad de las Naciones


Últimamente los latigazos del azar ensanchan biliosos credos, que justifican la solidificación de diferencias entre seres humanos. Se extienden tesis, que ilustres adoptan por dogma, guiadas por el vehículo de la inopia  y que sin frenos  buscan atropellar el ejercicio de la razón.

La prueba no anda lejos de la academia, y es que en tiempos de carestía parecen revivir las tesis amarillistas que fijan el motor de prosperidad en determinadas áreas geográficas más propensas al desarrollo económico, o en culturas proclives al estancamiento, incluso en la ignorancia de los pueblos. Es cierto que existen patrones a lo largo y ancho del globo, así como, un sinfín de teorías escritas a lo largo de la historia, que más bien quisieran expresar el hallazgo de la piedra filosofal de la prosperidad y el desarrollo. Pero  la verdad es que aunque los modelos de prosperidad que vemos a nuestro alrededor puedan parecer firmes, estos modelos no son inamovibles.

Pero entonces, ¿Cómo explicar las recientes desigualdades entre norte y sur? Y ¿Las extrañas coincidencias entre culturas y religiones que dicen ser perniciosas para el desarrollo de una sociedad? No sé, Tal vez en Israel, Botsuana, Corea del Sur o Uruguay no manifiestan igual opinión.

Podemos fácilmente observar, que el denominador común en estas tesis se halla, en echar la vista atrás cuando se trata de focalizar en la creación más humana de la historia: Las instituciones gubernamentales. Si en algo coinciden Monstesquieu, Weber y numerosos teóricos comentaristas que aún perviven en este campo, gracias al beneficio que otorgan a intereses privados, es en aparcar la cuestión institucional como si esta perteneciese al intangible mundo de la excelsitud. 


Lo cierto es que en la mayoría de casos el poder político se ha concentrado alrededor de escasas manos, lo que ha fomentado que sociedades en su momento prosperas ahora representen el arcaicismo geopolítico por excelencia. De manera que no se puede hablar de sociedades holgazanas o ensimismadas por un primitivo credo, sino de instituciones extractivas que no fomentan el desarrollo social, y que consolidan lo que Weber denominó “el monopolio de la violencia legítima” en pro de una élite interesada en perpetuarse en su posición de poder.

Si algo ha demostrado la historia, es lo que el refranero popular dice: “no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”. Y la independencia económica se consigue sembrado la semilla del progreso social, que tiene su reflejo en la educación y la tecnología. Es por tanto que si hurgamos en las dinámicas históricas de diferentes modelos institucionales que creemos fracasados, como Zimbabue o Corea del Norte, la desigualdad y valores de pobreza que sufren actualmente con respecto a sus vecinos no sorprenderían a nadie. Ya que la capacidad de ambos países para ofrecer servicios públicos de calidad es de escasa o nula eficacia, tomando como variable más destacables el grado de inversión en educación del primero y calidad de la enseñanza en el segundo.

Del mismo modo, se puede esclarecer que la pobreza  presenta varias caras, siendo muy visible a través de la variable institucional el ulterior progreso de un país. Es decir, de la misma manera que podemos medir el desarrollo económico de ciertos  países rentistas del petróleo, como Venezuela o los ubicados en las costas del golfo pérsico, observando sus instituciones podemos fijar fecha de caducidad para su desarrollo si los precios del crudo descienden.

Por consiguiente debe dársele primacía a solucionar  no tanto la pobreza, que de la economía puede resultar, sino de la pobreza institucional que es la que genera la regresión nacional a largo plazo.